Entrevista en SoloMoto a Eduardo Giró.
4 participantes
Amoticos :: SELECCIÓN MARCAS :: Ossa
Página 1 de 1.
Entrevista en SoloMoto a Eduardo Giró.
Hay algunos errores cronológicos y también poca autocrítica al cierre de la fábrica. Aún así, un magnífico documento.
http://solomoto.es/1/eduardo-giro-nuestro-rigor-industrial-era-mucho-mas-alto-que-el-de-Montesa-o-Bultaco
Eduardo Giró: “Nuestro rigor industrial era mucho más alto que el de Montesa o Bultaco”
Por Alex Medina
Hijo de Manuel Giró, de Ossa, “El Tècnic”, como se le conoce en el ambiente, no es un tipo especialmente simpático ni lo pretende. Más bien ácido, observador, irónico, con un sutil sentido del humor y muy buena conversación, escuchar a Eduardo Giró es siempre muy interesante. Históricamente ha huido de los focos dejando de lado el protagonismo y trabajando en la sombra. Eduardo Giró ha sido capaz de hacer grandes cosas, emprender sorprendentes proyectos, investigar, innovar y romper esquemas. Un trabajo que nunca ha llegado a golpe de martillazos o improvisación, sino detrás de una formación académica y un sentido común que ha sabido salpicar con golpes de aguda genialidad.
A diferencia de otros grandes protagonistas en la historia de la tecnología de competición, demostró unos conocimientos que trasladó a un sistema de trabajo metódico que en las inolvidables escuderías de competición, sobre todo en sus inicios, brillaba por su ausencia. El Tècnic supo sistematizar el trabajo de “grandes ingenieros sin carnet” (título) como el inolvidable Antonio Cobas.
Conocí a Eduardo Giró hace muchos años. Me encantó ver de cerca a su hijo Charlie, buen tipo, piloto con un talento increíble, que tal vez heredó de Carlitos Giró, primo de Eduardo, uno de los pilotos multidisciplinares más brillantes de este país. Y pese a que con Eduardo nos conocemos y de vez en cuando compartimos mesa y mantel con otros personajes del mundo de la moto, nunca hasta ahora había tenido oportunidad de poder disfrutar de su conversación a corazón abierto. Toda una lección.
Al igual que otros personajes que han pasado por estas páginas, lo nuestro no fue una entrevista, sino que tocamos temas de forma desordenada en el tiempo. Pero con la precisión y profundidad que marcó El Tècnic, sentado en el sofá de su casa, donde cuelgan fotos absolutamente increíbles, como una en la que aparece su padre con una lancha motora a la que le instalaron cuatro motores de avión.
La familia
Empezamos por su padre, Manuel Giró, un personaje único, verdadero motor de Ossa. “En la familia de mi padre eran 7 hermanos y Ossa propiedad de todos ellos. El abuelo repartió por igual. Unos se fueron a la fábrica de alfombras, otros a la de cine. En mi casa se hablaba poco de motos porque a mi madre no le gustaban. No era como en el caso de los Bultó, una afición compartida. Mi padre corría con sidecar hasta que en Montserrat se rompió algún hueso. Mi madre dijo que se acabaron las carreras. Cuando salieron las “ossitas” de 50 cc aprendí a conducir a los 16 años en Mallorca y mis primos hacía tiempo que ya iban en moto. Perece ser que corría más de lo debido, una amiga de mi madre se chivó y le dijo que iba demasiado deprisa. Mi madre llamó a mi padre que estaba en los ISDE de Alemania y me dejaron sin moto. Se acabó. No volví a tener moto hasta que tuve 27 años”.
Acabando la carrera empezó a trabajar en Ossa. “Entonces cogía alguna moto del Departamento de Prototipos. Mi padre no me quiso regalar una moto, y eso que teníamos una fábrica de motos. Por eso me dediqué a los motores de aeromodelismo. Me apetecía al acabar la carera era irme a EE.UU. a alguna fábrica de aviones. En Ossa no tuve motores de avión en mis manos, pero sí de motos, y tuve la suerte de aterrizar en el momento en el que llevaban vendiendo con algunas dificultades la Ossa 160. Una moto completamente utilitaria, sencilla”.
Bultaco tenía la Tralla 101, Montesa la Impala. “Cogí el motor de la 160, cuatro dibujos e hice la Ossa 175 Sport, que era como la 160 pero más deportiva y con pequeñas mejoras en el chasis para soportar más potencia, y se empezó a vender muy bien”. Tras la 175 Sport vino la Sport Especial (SE), que también funcionó. Luego la 230. “Como todos entonces en España, lo que hacíamos era ir aumentando el diámetro del pistón, lo que no es del todo correcto”, añade.
La moto en España
Estamos en los sesenta. Las marcas más importantes eran familiares, Ossa no fue una excepción: “Normalmente no nos dejaban hacer algo nuevo, sino aprovechar lo que había. Esto y la falta de interés por parte de la industria auxiliar fue siempre un problema. Esta tenía que haber sido una industria que tiraba del carro como en Italia o Alemania”. La historia de la industria en España siempre tuvo, según E. Giró, importante protagonismo y coincidimos en que aportó a diferentes niveles (tecnológicamente, deportivamente) muchas cosas positivas, pero también compartió los mismos problemas. “No la de los velomotores –aclara marcando diferencias–, pues aunque tengan dos ruedas, no se pueden considerar motos: industria auxiliar, temas sindicales, falta de ayuda o incluso aversión por parte de la Adminis tración. Y no me refiero a ayudas económicas, sino a cualquier tipo de ayuda, colaboración o apoyo. En la época de UCD, en el posfranquismo, para poder sacar algo del Estado había que estar en el INI (Instituto Nacional de Industria); si no, nada de nada. Recuerdo una reunión con otras marcas en Madrid; fuimos al despacho de Rodríguez Sahagún. En aquel momento las marcas españolas vendían muy bien en Europa y América, aunque nos faltaba capacidad de producción. Nos dijo que nuestro futuro estaba comprometido porque no teníamos buena tecnología propia, cuando estábamos ganando carreras en todo el mundo. Dijo que habría que abrir las puertas a los japoneses. A mí me parecía bien, pero se tenían que abrir escalonadamente, no de golpe”.
Las empresas familiares de aquella época venían de otros campos, normalmente el textil, pero no solían tener capital para poder hacer grandes inversiones, normalmente solo se podía ir funcionando, no emprender nuevos proyectos. “Hoy día, una empresa donde no haya un Consejo de Administración no se concibe, entonces se hacían motos como se podía hacer cualquier otra cosa. Hacíamos las cosas sobre la marcha. Recuerdo que cuando decidimos vender en América las primeras 500 unidades, no las cobramos. Descubrimos un mercado diferente. Lo que es el servicio al cliente y demás que en EE.UU. era importantísimo lo aprendimos a base de bofetadas”.
Algo mal hizo la industria española para desaparecer casi por completo, le insinúo. “Tratar de competir con los japoneses y sus precios significaba la muerte. Y no solo de los de las motos, sino de los de las cámaras de fotos, TV, etc. Cuando acabaron con todos nosotros, dijeron: ahora lo vamos a hacer bien. Tal vez nuestro error fue no diversificar el tipo de producto. En Ossa intentamos hacer una nueva línea de productos, llegamos a hacer motores diésel, pero lo que necesitábamos eran unos cuantos millones de pesetas para hacer una fábrica nueva para ello, no aprovechar la estructura de las motos.
Todos intentamos diversificar. Nosotros hicimos unos motocultores que funcionaron bien. Y llegamos a un acuerdo para hacer velomotores con motores Ducati de los que se hacían en Barcelona”.
Ossa fabricaba prestigiosas máquinas de cine. “El 80 % de los cines de toda España tenían máquinas Ossa. El cine murió porque apareció la TV, del mismo modo que tuvimos dificultades para vender motos utilitarias porque apareció el Seat 600. Por ello nos fuimos a la moto de campo. Quizás cuando yo empecé con la Ossa 160 S, nos tendríamos que haber embarcado en otro proyecto, otra fábrica. Con la maquinaria de cine lo intentamos y llegamos a hacer un prototipo de una máquina pensada para países como la India.
Cometimos errores, pero fueron de estructura, además de la llegada de los japoneses. Cuando vinieron a Montjuïc a principios de los 60, recuerdo en una edición de las 24 horas en las que yo estaba enfermo que mi padre me dijo: ‘Eduardo, con los años, estos tíos se nos van a comer’. Y así fue. Pero mientras esto no pasaba, nos defendíamos, de hecho nuestra expansión no llegó hasta finales de los 60. Todas las empresas cometen errores, pero a veces porque no eres capaz de acertar. Mira los de Bultaco, Don Paco acertó plenamente con el trial, también se pudo haber equivocado, pero llenó la montaña del Tibidabo de motos. Su apuesta salió bien y los demás fuimos detrás”.
En Ossa entraron en el off-road más tarde que Bultaco y Montesa. Y empezaron a competir más tarde. Ossa participaba en diversas carreras, pero paradójicamente no hacían motos de carreras. Los hermanos Elizalde ganaban cada año el Campeonato de España de Motocross, con la Ossa de cuatro tiempues (motor Morini) de la que no se hizo un modelo de serie.
“A mí nadie me dijo que hiciera una moto de carreras. A mí me gustaban los motores, las carreras me han importado un comino. La parte deportiva siempre fue para mí una cortapisa a la parte técnica. Lo deportivo es una cosa y la técnica es otra, la que a mí me gustaba. Pero como decía Don Paco Bultó, las ventas siguen a la bandera de cuadros. Mi padre creía más en las cuatro tiempos que en las dos tiempos, que estaban mal vistas”.
A finales de los sesenta se hizo una gama de moto de campo con la base de la 230 compuesta por una moto de cross, otra de trial y una de todoterreno. “Nos estrenamos en el Salón de Milán al mismo tiempo que KTM, que montaba motores de Sachs. Mick Andrews empezó a competir en trial y también en motocross con estas motos. Luego hice la Mick Andrews y también la enduro blanca, moto que por cierto la hicimos de este color porque la mujer de un conocido nos la pidió. La moto tuvo mucho éxito y se hizo famosa en la película “Un verano para matar”, de Antonio Isasi. Fueron las primeras en llevar encendido electrónico”.
La Ossa monocasco
Y llegó la famosa Ossa 250 de Gran Premio de Santiago Herrero, con chasis monocasco en magnesio y motor con válvula rotativa, entre otras sutilezas con las que el piloto vasco fue protagonista en el Campeonato del Mundo de 1969 antes de perder la vida al año siguiente. “La moto de Santi Herrero no nació para competir. Era un ejercicio técnico que a mí me divertía, que en principio tenía que tener un motor de 400 c.c. para el mercado americano. Tuve la suerte de caer en el momento oportuno en el sitio adecuado. Si quería hacer una moto de tres ruedas, la hacía, no tenía ni que pedir permiso. Este motor en versión de 250 c.c. lo estrenó Petrus Millet, un gran piloto, en una carrera en cuesta en Castellón. Cuando se bajó me dijo: ‘Nunca he probado una moto que corra tanto como esta’; en cuarta se levantaba. La acertamos. Como me gustaba la aviación, hice un chasis monocasco de magnesio para Herrero”.
La foto del primer día de pruebas con Santiago y su mecánico de confianza, Esteban Oliveras, es todo un poema. Entonces no había circuitos permanentes y las pruebas de Ossa se hacían detrás del aeropuerto, donde había solo tres curvas muy diferentes entre sí. Una gran moto y un triste y conocido final.
Giró me confiesa que, además de hacer de técnico, también le gustaba la gestión de la fábrica, ¿no son dos mundos muy diferentes? “La fábrica era muy divertida. Cuando diseñas una pieza, es un proceso, tienes que pensar en el diseño, la fabricación, tipo de maquinaria, industrializar… Teníamos diferentes departamentos bajo mi mando, y eso era muy interesante. Una oficina técnica repartía el trabajo. Nuestro rigor industrial era mucho más alto que el de Montesa o Bultaco. Montesa se subió al carro, luego llegó Bultaco, que tiró de proveedores que no eran suyos, pero que vivían de ellos, lo que es un error porque en el momento en que ellos fallaron, se quedaron fuera. Montesa intentó crear empresas que fueran propias y también externas, algo que también intentamos, con componentes como los cambios o suspensiones. Telesco fue una fabrica de amortiguadores que hizo mi padre con capital suyo, de Ossa y de Arturo Elizalde, quien estaba casado con mi hermana. La idea era tener menos dependencia de la fábrica. Pero para poder hacer esto dependes del caldo de cultivo que tienes en tu país. Yo asistí a reuniones que se hacían en mi casa con mi padre y Permanyer, pues mi padre era elemento aglutinador y no estaba peleado con nadie”, explica en referencia a que Permanyer y Bultó sí que lo estaban. “En aquellas reuniones, Permanyer estaba empeñado en hacer una fábrica de motores y que Ossa se los comprara. Querían tener la llave, algo parecido a lo que pasó con Ducati cuando hicimos ciclomotores y apretaron demasiado con el precio”.
La Phantom de cross fue otra moto rompedora “made in Giró”, con un chasis nuevo pensado más para EE.UU. que para los circuitos más ratoneros que tuvimos aquí. “Montamos el motor con el cilindro de cuatro transfers. Hicimos un chasis con una geometría muy buena. En aquel mercado funcionó, pero tuvimos más roturas de cambio de las deseadas porque lo heredaba de modelos menos potentes”. La Ossa amarilla fue la moto que se comercializó cuando Ossa ya no era de la familia Giró, sino de la Cooperativa Laboral. “El diseño era anterior a la salida de la Yankee. Era una moto increíble tanto de chasis como de motor. El prototipo lo hice con un motor de siete marchas y era completamente nuevo en cuanto a termodinámica. El volante magnético era muy pequeño y ligero y el chasis en acero al Cr-Mo. Cuando la íbamos a poner en producción, en el plazo de un año, nos vino el tema de la Yankee; la aparcamos y nos pusimos a tope con la Yankee. Poco antes de cerrar la resucitamos con una versión más sencilla y no llegamos a poder vender las 1.000 primeras unidades, entre otras cosas por un problema con un proveedor”.
Mercado americano
El potencial del mercado americano era brutal, pero también problemático: “Era un mercado muy especial y nos costó mucho trabajo hacer motos para ellos. Por ponerte un ejemplo, el barro americano no era como el de aquí. Allá las motos de enduro se llenaban de barro hasta la altura del grifo de la gasolina. Yo hice un montón de viajes a EE.UU. solo para solventar problemas con su barro”.
El motor Yankee se hizo por encargo de los americanos para hacer carreras en el desierto. “Ellos hacían el chasis y nosotros hicimos el primer motor tipo Big Bang para poder tener tracción en el desierto. ¡El Big Bang lo inventamos nosotros! Me fui al desierto con una máquina de cine de alta velocidad, contratamos un equipo y filmábamos la rueda trasera con diferentes configuraciones de motor, con los cilindros explotando a 60º, a 90º, varias versiones, curvas de potencia, etc., para ver cómo trabajaba la rueda trasera y cuánto escarbaba el terreno. Todo el utillaje, diseño y desarrollo técnico lo tenían que pagar ellos. El importador americano era la firma Yankee, que formaba parte de una gran corporación, que entre otras cosas tenían pozos de petróleo. Pero se les acabó el dinero por no sé qué motivo con el motor ya desarrollado y una serie inicial de 3.000 motores fabricados”.
¿Era la Yankee la moto que necesitaba el mercado español? “Para mí lo que se tenía que hacer en España era una moto sport muy ligera, muy potente y muy deportiva. Pero la Yankee no la hicimos porque quisimos, sino porque los americanos decidieron que no querían más motos de montaña porque los japoneses las vendían más baratas. ‘¡Mándenos Yankee!’, nos decían. ‘¡Páguennos!’, contestábamos nosotros. Y nos decían que pagarían cuando hubiésemos producido cantidades suficientes. Allí palmamos por todas partes. Los motores estaban hechos, la inversión también. Enviamos los primeros 1.000, pues los chasis los hacían allí. Hicieron 1.000 unidades de la Yankee Z. La moto era un superaparato y las japonesas de 400 o 500 no nos veían el pelo con sus Kawasaki de dos tiempos. El caso es que no nos pagaban. Llegué a viajar para reunirme con ellos en NY durante tres horas en el aeropuerto y volver. Lo único que conseguí fue que nos dieran la libertad para utilizar el motor. Para los no japoneses, América se estaba descalabrando”.
Y a medidos de los años setenta llegó la famosa Yankee en versión española… “En el avión de vuelta a Barcelona pensé que tenía que hacer una moto. En realidad la Yankee fue lo que los japoneses hicieron después con las TD, Kawasaki tres cilindros, motores alocados, motos ligeras. Le pusimos engrase separado, rediseñamos el motor para adaptarlo a un uso por carretera. Hicimos un chasis, carrocería, suspensiones, frenos de disco, llantas, etc. La moto salió con retraso, pero no acertamos a hacerlo mejor porque teníamos trabajo en servir otras motos. La Yankee pudo ser parte de nuestra salvación de haber salido antes”.
Al igual que otras, Ossa, era una empresa familiar que en gran medida vivía de ella, historias de familias, situaciones incómodas. Año 1978, más de 300 trabajadores. “Cuando presentamos la suspensión de pagos por varios motivos, entre otros porque un proveedor que además era familiar nuestro nos dejó colgados, nos llamó el gobernador civil en Navidad. Nos vino a decir que esperaban que solucionáramos las cosas sin tener que llegar a tomar medidas desagradables. Nos dijeron que sería mejor que pagáramos las nóminas del mes que debíamos. En definitiva, lo que nos insinuaron, que o pagábamos o nos metían en la cárcel. Aquello marcó mucho a mi padre. El acuerdo fue que se cerraba la fábrica, los propietarios cedían las acciones a la masa laboral, se creaba una cooperativa laboral, que es lo que UCD utilizaba como solución para las empresas en crisis, pues no se podía despedir a la gente. Cedías el patrimonio, que tenía un valor relativo en un mercado que ni para Montesa ni para nosotros era floreciente. Mi opinión personal es que los japoneses, viendo aquella situación y sabiendo que se iban a quedar el mercado americano, decidieron que lo mejor era dejarnos morir. A los únicos a los que los japoneses pagaron por alguna de las empresas fue a los de Avelló, en Gijón”.
Pero Montesa llegó a un acuerdo con Honda… “Joan Cañellas, de Montesa, se manejó bien. No cobraron nada pero salvaron el nombre. Consiguió relacionar a Honda con la Generalitat y que la entrada de los japoneses en España se vistiera adecuadamente conservando el nombre, entre otras cosas, y que se quedaran un stock de miles de Impala que no se vendían. Bultaco también intentó algo con Suzuki y con Yamaha. Yo tenía buena relación con Yamaha y tuve un par de contactos, pero ya estaban casados con Sanglas. Suzuki estaba en Gijón. Todo el pescado estaba vendido. En Ossa se hizo la Laboral, pasamos meses complicados y al final el Estado le dio a la Laboral 275 millones de pesetas. Algunos de la fábrica tenían interés en que me quedara, otros no y yo tampoco. Yo no entendía que en una empresa el Consejo de Administración y el Comité de Empresa fueran las mismas figuras. Esto en las vascongadas funciona y se hicieron muchas Laborales, pero en el resto de España no ha funcionado. Con este capital, el material que había en la fábrica y lo que hicieron, duraron un par de años”.
Doloroso dejar de estar en el que hasta entonces había sido su mundo. “Me habría encantado seguir, pero no con la Sociedad Laboral; veía claro lo que iba a pasar. Cuando pasas un final traumático, es mejor cambiar de aires”. A finales de los setenta, la familia Giró tuvo que bajarse del barco y la fábrica pasó a ser una cooperativa denominada Maquinaria Cinematográfica Sal.
Seguimos charlando un buen rato, pero se me acaba el espacio. Tocamos la época en la que diseñó un motor en V para un chasis Cobas, de las carreras de su hijo Charlie. Ojalá otro día pueda volver a escuchar al Tècnic con la misma confianza y sinceridad con la que me obsequió en este encuentro absolutamente enriquecedor. Gracias, Eduardo.
http://solomoto.es/1/eduardo-giro-nuestro-rigor-industrial-era-mucho-mas-alto-que-el-de-Montesa-o-Bultaco
Eduardo Giró: “Nuestro rigor industrial era mucho más alto que el de Montesa o Bultaco”
Por Alex Medina
Hijo de Manuel Giró, de Ossa, “El Tècnic”, como se le conoce en el ambiente, no es un tipo especialmente simpático ni lo pretende. Más bien ácido, observador, irónico, con un sutil sentido del humor y muy buena conversación, escuchar a Eduardo Giró es siempre muy interesante. Históricamente ha huido de los focos dejando de lado el protagonismo y trabajando en la sombra. Eduardo Giró ha sido capaz de hacer grandes cosas, emprender sorprendentes proyectos, investigar, innovar y romper esquemas. Un trabajo que nunca ha llegado a golpe de martillazos o improvisación, sino detrás de una formación académica y un sentido común que ha sabido salpicar con golpes de aguda genialidad.
A diferencia de otros grandes protagonistas en la historia de la tecnología de competición, demostró unos conocimientos que trasladó a un sistema de trabajo metódico que en las inolvidables escuderías de competición, sobre todo en sus inicios, brillaba por su ausencia. El Tècnic supo sistematizar el trabajo de “grandes ingenieros sin carnet” (título) como el inolvidable Antonio Cobas.
Conocí a Eduardo Giró hace muchos años. Me encantó ver de cerca a su hijo Charlie, buen tipo, piloto con un talento increíble, que tal vez heredó de Carlitos Giró, primo de Eduardo, uno de los pilotos multidisciplinares más brillantes de este país. Y pese a que con Eduardo nos conocemos y de vez en cuando compartimos mesa y mantel con otros personajes del mundo de la moto, nunca hasta ahora había tenido oportunidad de poder disfrutar de su conversación a corazón abierto. Toda una lección.
Al igual que otros personajes que han pasado por estas páginas, lo nuestro no fue una entrevista, sino que tocamos temas de forma desordenada en el tiempo. Pero con la precisión y profundidad que marcó El Tècnic, sentado en el sofá de su casa, donde cuelgan fotos absolutamente increíbles, como una en la que aparece su padre con una lancha motora a la que le instalaron cuatro motores de avión.
La familia
Empezamos por su padre, Manuel Giró, un personaje único, verdadero motor de Ossa. “En la familia de mi padre eran 7 hermanos y Ossa propiedad de todos ellos. El abuelo repartió por igual. Unos se fueron a la fábrica de alfombras, otros a la de cine. En mi casa se hablaba poco de motos porque a mi madre no le gustaban. No era como en el caso de los Bultó, una afición compartida. Mi padre corría con sidecar hasta que en Montserrat se rompió algún hueso. Mi madre dijo que se acabaron las carreras. Cuando salieron las “ossitas” de 50 cc aprendí a conducir a los 16 años en Mallorca y mis primos hacía tiempo que ya iban en moto. Perece ser que corría más de lo debido, una amiga de mi madre se chivó y le dijo que iba demasiado deprisa. Mi madre llamó a mi padre que estaba en los ISDE de Alemania y me dejaron sin moto. Se acabó. No volví a tener moto hasta que tuve 27 años”.
Acabando la carrera empezó a trabajar en Ossa. “Entonces cogía alguna moto del Departamento de Prototipos. Mi padre no me quiso regalar una moto, y eso que teníamos una fábrica de motos. Por eso me dediqué a los motores de aeromodelismo. Me apetecía al acabar la carera era irme a EE.UU. a alguna fábrica de aviones. En Ossa no tuve motores de avión en mis manos, pero sí de motos, y tuve la suerte de aterrizar en el momento en el que llevaban vendiendo con algunas dificultades la Ossa 160. Una moto completamente utilitaria, sencilla”.
Bultaco tenía la Tralla 101, Montesa la Impala. “Cogí el motor de la 160, cuatro dibujos e hice la Ossa 175 Sport, que era como la 160 pero más deportiva y con pequeñas mejoras en el chasis para soportar más potencia, y se empezó a vender muy bien”. Tras la 175 Sport vino la Sport Especial (SE), que también funcionó. Luego la 230. “Como todos entonces en España, lo que hacíamos era ir aumentando el diámetro del pistón, lo que no es del todo correcto”, añade.
La moto en España
Estamos en los sesenta. Las marcas más importantes eran familiares, Ossa no fue una excepción: “Normalmente no nos dejaban hacer algo nuevo, sino aprovechar lo que había. Esto y la falta de interés por parte de la industria auxiliar fue siempre un problema. Esta tenía que haber sido una industria que tiraba del carro como en Italia o Alemania”. La historia de la industria en España siempre tuvo, según E. Giró, importante protagonismo y coincidimos en que aportó a diferentes niveles (tecnológicamente, deportivamente) muchas cosas positivas, pero también compartió los mismos problemas. “No la de los velomotores –aclara marcando diferencias–, pues aunque tengan dos ruedas, no se pueden considerar motos: industria auxiliar, temas sindicales, falta de ayuda o incluso aversión por parte de la Adminis tración. Y no me refiero a ayudas económicas, sino a cualquier tipo de ayuda, colaboración o apoyo. En la época de UCD, en el posfranquismo, para poder sacar algo del Estado había que estar en el INI (Instituto Nacional de Industria); si no, nada de nada. Recuerdo una reunión con otras marcas en Madrid; fuimos al despacho de Rodríguez Sahagún. En aquel momento las marcas españolas vendían muy bien en Europa y América, aunque nos faltaba capacidad de producción. Nos dijo que nuestro futuro estaba comprometido porque no teníamos buena tecnología propia, cuando estábamos ganando carreras en todo el mundo. Dijo que habría que abrir las puertas a los japoneses. A mí me parecía bien, pero se tenían que abrir escalonadamente, no de golpe”.
Las empresas familiares de aquella época venían de otros campos, normalmente el textil, pero no solían tener capital para poder hacer grandes inversiones, normalmente solo se podía ir funcionando, no emprender nuevos proyectos. “Hoy día, una empresa donde no haya un Consejo de Administración no se concibe, entonces se hacían motos como se podía hacer cualquier otra cosa. Hacíamos las cosas sobre la marcha. Recuerdo que cuando decidimos vender en América las primeras 500 unidades, no las cobramos. Descubrimos un mercado diferente. Lo que es el servicio al cliente y demás que en EE.UU. era importantísimo lo aprendimos a base de bofetadas”.
Algo mal hizo la industria española para desaparecer casi por completo, le insinúo. “Tratar de competir con los japoneses y sus precios significaba la muerte. Y no solo de los de las motos, sino de los de las cámaras de fotos, TV, etc. Cuando acabaron con todos nosotros, dijeron: ahora lo vamos a hacer bien. Tal vez nuestro error fue no diversificar el tipo de producto. En Ossa intentamos hacer una nueva línea de productos, llegamos a hacer motores diésel, pero lo que necesitábamos eran unos cuantos millones de pesetas para hacer una fábrica nueva para ello, no aprovechar la estructura de las motos.
Todos intentamos diversificar. Nosotros hicimos unos motocultores que funcionaron bien. Y llegamos a un acuerdo para hacer velomotores con motores Ducati de los que se hacían en Barcelona”.
Ossa fabricaba prestigiosas máquinas de cine. “El 80 % de los cines de toda España tenían máquinas Ossa. El cine murió porque apareció la TV, del mismo modo que tuvimos dificultades para vender motos utilitarias porque apareció el Seat 600. Por ello nos fuimos a la moto de campo. Quizás cuando yo empecé con la Ossa 160 S, nos tendríamos que haber embarcado en otro proyecto, otra fábrica. Con la maquinaria de cine lo intentamos y llegamos a hacer un prototipo de una máquina pensada para países como la India.
Cometimos errores, pero fueron de estructura, además de la llegada de los japoneses. Cuando vinieron a Montjuïc a principios de los 60, recuerdo en una edición de las 24 horas en las que yo estaba enfermo que mi padre me dijo: ‘Eduardo, con los años, estos tíos se nos van a comer’. Y así fue. Pero mientras esto no pasaba, nos defendíamos, de hecho nuestra expansión no llegó hasta finales de los 60. Todas las empresas cometen errores, pero a veces porque no eres capaz de acertar. Mira los de Bultaco, Don Paco acertó plenamente con el trial, también se pudo haber equivocado, pero llenó la montaña del Tibidabo de motos. Su apuesta salió bien y los demás fuimos detrás”.
En Ossa entraron en el off-road más tarde que Bultaco y Montesa. Y empezaron a competir más tarde. Ossa participaba en diversas carreras, pero paradójicamente no hacían motos de carreras. Los hermanos Elizalde ganaban cada año el Campeonato de España de Motocross, con la Ossa de cuatro tiempues (motor Morini) de la que no se hizo un modelo de serie.
“A mí nadie me dijo que hiciera una moto de carreras. A mí me gustaban los motores, las carreras me han importado un comino. La parte deportiva siempre fue para mí una cortapisa a la parte técnica. Lo deportivo es una cosa y la técnica es otra, la que a mí me gustaba. Pero como decía Don Paco Bultó, las ventas siguen a la bandera de cuadros. Mi padre creía más en las cuatro tiempos que en las dos tiempos, que estaban mal vistas”.
A finales de los sesenta se hizo una gama de moto de campo con la base de la 230 compuesta por una moto de cross, otra de trial y una de todoterreno. “Nos estrenamos en el Salón de Milán al mismo tiempo que KTM, que montaba motores de Sachs. Mick Andrews empezó a competir en trial y también en motocross con estas motos. Luego hice la Mick Andrews y también la enduro blanca, moto que por cierto la hicimos de este color porque la mujer de un conocido nos la pidió. La moto tuvo mucho éxito y se hizo famosa en la película “Un verano para matar”, de Antonio Isasi. Fueron las primeras en llevar encendido electrónico”.
La Ossa monocasco
Y llegó la famosa Ossa 250 de Gran Premio de Santiago Herrero, con chasis monocasco en magnesio y motor con válvula rotativa, entre otras sutilezas con las que el piloto vasco fue protagonista en el Campeonato del Mundo de 1969 antes de perder la vida al año siguiente. “La moto de Santi Herrero no nació para competir. Era un ejercicio técnico que a mí me divertía, que en principio tenía que tener un motor de 400 c.c. para el mercado americano. Tuve la suerte de caer en el momento oportuno en el sitio adecuado. Si quería hacer una moto de tres ruedas, la hacía, no tenía ni que pedir permiso. Este motor en versión de 250 c.c. lo estrenó Petrus Millet, un gran piloto, en una carrera en cuesta en Castellón. Cuando se bajó me dijo: ‘Nunca he probado una moto que corra tanto como esta’; en cuarta se levantaba. La acertamos. Como me gustaba la aviación, hice un chasis monocasco de magnesio para Herrero”.
La foto del primer día de pruebas con Santiago y su mecánico de confianza, Esteban Oliveras, es todo un poema. Entonces no había circuitos permanentes y las pruebas de Ossa se hacían detrás del aeropuerto, donde había solo tres curvas muy diferentes entre sí. Una gran moto y un triste y conocido final.
Giró me confiesa que, además de hacer de técnico, también le gustaba la gestión de la fábrica, ¿no son dos mundos muy diferentes? “La fábrica era muy divertida. Cuando diseñas una pieza, es un proceso, tienes que pensar en el diseño, la fabricación, tipo de maquinaria, industrializar… Teníamos diferentes departamentos bajo mi mando, y eso era muy interesante. Una oficina técnica repartía el trabajo. Nuestro rigor industrial era mucho más alto que el de Montesa o Bultaco. Montesa se subió al carro, luego llegó Bultaco, que tiró de proveedores que no eran suyos, pero que vivían de ellos, lo que es un error porque en el momento en que ellos fallaron, se quedaron fuera. Montesa intentó crear empresas que fueran propias y también externas, algo que también intentamos, con componentes como los cambios o suspensiones. Telesco fue una fabrica de amortiguadores que hizo mi padre con capital suyo, de Ossa y de Arturo Elizalde, quien estaba casado con mi hermana. La idea era tener menos dependencia de la fábrica. Pero para poder hacer esto dependes del caldo de cultivo que tienes en tu país. Yo asistí a reuniones que se hacían en mi casa con mi padre y Permanyer, pues mi padre era elemento aglutinador y no estaba peleado con nadie”, explica en referencia a que Permanyer y Bultó sí que lo estaban. “En aquellas reuniones, Permanyer estaba empeñado en hacer una fábrica de motores y que Ossa se los comprara. Querían tener la llave, algo parecido a lo que pasó con Ducati cuando hicimos ciclomotores y apretaron demasiado con el precio”.
La Phantom de cross fue otra moto rompedora “made in Giró”, con un chasis nuevo pensado más para EE.UU. que para los circuitos más ratoneros que tuvimos aquí. “Montamos el motor con el cilindro de cuatro transfers. Hicimos un chasis con una geometría muy buena. En aquel mercado funcionó, pero tuvimos más roturas de cambio de las deseadas porque lo heredaba de modelos menos potentes”. La Ossa amarilla fue la moto que se comercializó cuando Ossa ya no era de la familia Giró, sino de la Cooperativa Laboral. “El diseño era anterior a la salida de la Yankee. Era una moto increíble tanto de chasis como de motor. El prototipo lo hice con un motor de siete marchas y era completamente nuevo en cuanto a termodinámica. El volante magnético era muy pequeño y ligero y el chasis en acero al Cr-Mo. Cuando la íbamos a poner en producción, en el plazo de un año, nos vino el tema de la Yankee; la aparcamos y nos pusimos a tope con la Yankee. Poco antes de cerrar la resucitamos con una versión más sencilla y no llegamos a poder vender las 1.000 primeras unidades, entre otras cosas por un problema con un proveedor”.
Mercado americano
El potencial del mercado americano era brutal, pero también problemático: “Era un mercado muy especial y nos costó mucho trabajo hacer motos para ellos. Por ponerte un ejemplo, el barro americano no era como el de aquí. Allá las motos de enduro se llenaban de barro hasta la altura del grifo de la gasolina. Yo hice un montón de viajes a EE.UU. solo para solventar problemas con su barro”.
El motor Yankee se hizo por encargo de los americanos para hacer carreras en el desierto. “Ellos hacían el chasis y nosotros hicimos el primer motor tipo Big Bang para poder tener tracción en el desierto. ¡El Big Bang lo inventamos nosotros! Me fui al desierto con una máquina de cine de alta velocidad, contratamos un equipo y filmábamos la rueda trasera con diferentes configuraciones de motor, con los cilindros explotando a 60º, a 90º, varias versiones, curvas de potencia, etc., para ver cómo trabajaba la rueda trasera y cuánto escarbaba el terreno. Todo el utillaje, diseño y desarrollo técnico lo tenían que pagar ellos. El importador americano era la firma Yankee, que formaba parte de una gran corporación, que entre otras cosas tenían pozos de petróleo. Pero se les acabó el dinero por no sé qué motivo con el motor ya desarrollado y una serie inicial de 3.000 motores fabricados”.
¿Era la Yankee la moto que necesitaba el mercado español? “Para mí lo que se tenía que hacer en España era una moto sport muy ligera, muy potente y muy deportiva. Pero la Yankee no la hicimos porque quisimos, sino porque los americanos decidieron que no querían más motos de montaña porque los japoneses las vendían más baratas. ‘¡Mándenos Yankee!’, nos decían. ‘¡Páguennos!’, contestábamos nosotros. Y nos decían que pagarían cuando hubiésemos producido cantidades suficientes. Allí palmamos por todas partes. Los motores estaban hechos, la inversión también. Enviamos los primeros 1.000, pues los chasis los hacían allí. Hicieron 1.000 unidades de la Yankee Z. La moto era un superaparato y las japonesas de 400 o 500 no nos veían el pelo con sus Kawasaki de dos tiempos. El caso es que no nos pagaban. Llegué a viajar para reunirme con ellos en NY durante tres horas en el aeropuerto y volver. Lo único que conseguí fue que nos dieran la libertad para utilizar el motor. Para los no japoneses, América se estaba descalabrando”.
Y a medidos de los años setenta llegó la famosa Yankee en versión española… “En el avión de vuelta a Barcelona pensé que tenía que hacer una moto. En realidad la Yankee fue lo que los japoneses hicieron después con las TD, Kawasaki tres cilindros, motores alocados, motos ligeras. Le pusimos engrase separado, rediseñamos el motor para adaptarlo a un uso por carretera. Hicimos un chasis, carrocería, suspensiones, frenos de disco, llantas, etc. La moto salió con retraso, pero no acertamos a hacerlo mejor porque teníamos trabajo en servir otras motos. La Yankee pudo ser parte de nuestra salvación de haber salido antes”.
Al igual que otras, Ossa, era una empresa familiar que en gran medida vivía de ella, historias de familias, situaciones incómodas. Año 1978, más de 300 trabajadores. “Cuando presentamos la suspensión de pagos por varios motivos, entre otros porque un proveedor que además era familiar nuestro nos dejó colgados, nos llamó el gobernador civil en Navidad. Nos vino a decir que esperaban que solucionáramos las cosas sin tener que llegar a tomar medidas desagradables. Nos dijeron que sería mejor que pagáramos las nóminas del mes que debíamos. En definitiva, lo que nos insinuaron, que o pagábamos o nos metían en la cárcel. Aquello marcó mucho a mi padre. El acuerdo fue que se cerraba la fábrica, los propietarios cedían las acciones a la masa laboral, se creaba una cooperativa laboral, que es lo que UCD utilizaba como solución para las empresas en crisis, pues no se podía despedir a la gente. Cedías el patrimonio, que tenía un valor relativo en un mercado que ni para Montesa ni para nosotros era floreciente. Mi opinión personal es que los japoneses, viendo aquella situación y sabiendo que se iban a quedar el mercado americano, decidieron que lo mejor era dejarnos morir. A los únicos a los que los japoneses pagaron por alguna de las empresas fue a los de Avelló, en Gijón”.
Pero Montesa llegó a un acuerdo con Honda… “Joan Cañellas, de Montesa, se manejó bien. No cobraron nada pero salvaron el nombre. Consiguió relacionar a Honda con la Generalitat y que la entrada de los japoneses en España se vistiera adecuadamente conservando el nombre, entre otras cosas, y que se quedaran un stock de miles de Impala que no se vendían. Bultaco también intentó algo con Suzuki y con Yamaha. Yo tenía buena relación con Yamaha y tuve un par de contactos, pero ya estaban casados con Sanglas. Suzuki estaba en Gijón. Todo el pescado estaba vendido. En Ossa se hizo la Laboral, pasamos meses complicados y al final el Estado le dio a la Laboral 275 millones de pesetas. Algunos de la fábrica tenían interés en que me quedara, otros no y yo tampoco. Yo no entendía que en una empresa el Consejo de Administración y el Comité de Empresa fueran las mismas figuras. Esto en las vascongadas funciona y se hicieron muchas Laborales, pero en el resto de España no ha funcionado. Con este capital, el material que había en la fábrica y lo que hicieron, duraron un par de años”.
Doloroso dejar de estar en el que hasta entonces había sido su mundo. “Me habría encantado seguir, pero no con la Sociedad Laboral; veía claro lo que iba a pasar. Cuando pasas un final traumático, es mejor cambiar de aires”. A finales de los setenta, la familia Giró tuvo que bajarse del barco y la fábrica pasó a ser una cooperativa denominada Maquinaria Cinematográfica Sal.
Seguimos charlando un buen rato, pero se me acaba el espacio. Tocamos la época en la que diseñó un motor en V para un chasis Cobas, de las carreras de su hijo Charlie. Ojalá otro día pueda volver a escuchar al Tècnic con la misma confianza y sinceridad con la que me obsequió en este encuentro absolutamente enriquecedor. Gracias, Eduardo.
Premiliano62- Amotiquero Senior
- Localización : Barcelona
Fecha de inscripción : 31/01/2009
Re: Entrevista en SoloMoto a Eduardo Giró.
Me lo acabo de leer enterito ,mas que interesante , gracias por compartirlo compañero.
Gonzalo Frias- Amotiquero X-Pro
- Localización : Barcelona
Fecha de inscripción : 03/12/2013
Entrevista en SoloMoto a Eduardo Giró.
Muchisimas gracias Premiliano!!!,muy enriquecedora la entrevista a el Tecnic,nos aporta datos muy interesantes sobre todo de la Yankee,
a mi modo de ver en Ossa se sabia hacer muy buenos motores y motos,pero les faltaba la pasion y el orden que tenia don Paco en competicion,como un dia me dijo el gran campeon,(Y mejor persona)Domingo Gris que fue corredor de las tres marcas,Bultaco,Ossa y Montesa,me dijo que en Ossa se encontro una buena moto,pero les faltaba el orden de Bultaco en competicion y que ademas el artifice de ese orden no era otro que don Paco,lo controlaba todo.......,y el piloto se limitaba a pilotar!!!,era como dice Domingo,¡¡Un Mago y su magia nos impregnaba a todos!!.
Quizas y como nos a revelado Giro en la entrevista,a el le falto esa pasion que si tenia don Paco......
Las Ossas van de cine........
En USA y gracias a su importador y distribuidores lograron grandes triunfos en competicion.
a mi modo de ver en Ossa se sabia hacer muy buenos motores y motos,pero les faltaba la pasion y el orden que tenia don Paco en competicion,como un dia me dijo el gran campeon,(Y mejor persona)Domingo Gris que fue corredor de las tres marcas,Bultaco,Ossa y Montesa,me dijo que en Ossa se encontro una buena moto,pero les faltaba el orden de Bultaco en competicion y que ademas el artifice de ese orden no era otro que don Paco,lo controlaba todo.......,y el piloto se limitaba a pilotar!!!,era como dice Domingo,¡¡Un Mago y su magia nos impregnaba a todos!!.
Quizas y como nos a revelado Giro en la entrevista,a el le falto esa pasion que si tenia don Paco......
Las Ossas van de cine........
En USA y gracias a su importador y distribuidores lograron grandes triunfos en competicion.
Desert 76- Amotiquero X-Pro
- Localización : Meco (Madrid)
Fecha de inscripción : 10/12/2012
Re: Entrevista en SoloMoto a Eduardo Giró.
Muy interesante.
Gracias por compartirlo.
Gracias por compartirlo.
Alteburgman- Amotiquero Inter
- Localización : Alicante
Fecha de inscripción : 19/11/2010
Temas similares
» Eduardo Giró, el técnic rompe su silencio
» Facisímil SoloMoto nº1.
» Sentido de giro cigueñal.
» Sentido de giro de los motores de la Antorcha
» Duda, giro anómalo rueda trasera Derbi GPR75
» Facisímil SoloMoto nº1.
» Sentido de giro cigueñal.
» Sentido de giro de los motores de la Antorcha
» Duda, giro anómalo rueda trasera Derbi GPR75
Amoticos :: SELECCIÓN MARCAS :: Ossa
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.