Relato: Y en 2014 acabaron con el ciclomotor.

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Mensaje  Jorok 19/9/2012, 15:15

¡¡¡ VAYA DRAMON...!! study study
Este capítulo es gore " de carallo "
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Mensaje  Motoret 19/9/2012, 15:31

Mi personaje, EL KILLER MENDOZA....lo hacía mas con Ducati, pero esa faceta de asesino de ancianas con la Cobra C.... Relato: Y en 2014 acabaron con el ciclomotor. - Página 3 520462
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Mensaje  Mendoza 19/9/2012, 16:01

Me ha dicho de todo , :ign: :ign: :drisa: :drisa: :drisa: :descojo: :descojo: :descojo:

SALUDOS
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Mensaje  Paufont 19/9/2012, 18:37

Ayer lo leí de un tiron (eso de dejarlo a medias hubiera sido malo, todo hay que decirlo) y no me dio tiempo a comentar, por lo que lo hago ahora, pues me sorprendió la gran cantidad de historias tan relacionadas dentro de un mismo relato y tan bien encajadas, más la emotividad de éstos ultimos capítulos hacen a uno leer con ganas! :bravy:

Saludos y a seguir asi de bien :up:

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Mensaje  Gufi 20/9/2012, 13:28

No se si me estoy adelantando al siguiente capitulo pero habrá algun guardia civil que, en su caso, reflexione en posibles casos similares .

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Mensaje  Ducalense 20/9/2012, 16:24

Capítulo 8: LA GUARDIA CIVIL


La carrera en el Circuito de la Vía había acabado. Parecía que le había gustado mucho a la gente, pues todos nuestros acompañantes habían acudido en masa a la línea de llegada y no paraban de dar saltos de alegría. Los que habían osado correr contra mí estaban rodeados por su asquerosa parentela. Míralos, qué felices parecen. ¿Pero cómo pueden felicitar a los pringaos de sus maridos si ¡YO! les he ganado a todos… menos a esa putrefacta rata amarilla de cloaca que no para de estrechar manos? ¿Y por qué no me viene a felicitar nadie a mí, que he quedado segundo y a todos ellos – bueno, menos al hijo ilegítimo de Moctezuma ese – me los he pasado por la piedra?

Ah, aquí acude mi hija. Viene con una sonrisa compasiva. Con las cejas levantadas y su carita de ángel me planta un sonoro beso en la cara, me echa los brazos al cuello, me estruja un poco - ¡ah, qué placer…! – y me dice:

- Ánimo, papuchi. Casi lo consigues. La próxima vez será.

No tengo ni tiempo de agradecerle su muestra de afecto. El valenciano JulioCG no ha tenido mejor idea que encender una traca en honor del malnacido que me ha ganado. El estrépito es total. La panda de borregos celebra infantilmente esta idea tan estúpida dando más y más patéticos saltos alrededor del sapo partero ese.

Vaya, mírale. Qué pena y qué repugnancia me causa. Ahí lo tienes: rodeado de todas las vacas esas que hace un minuto me estaban aplaudiendo a mí a rabiar.

Qué asco dan. Todas esas focas saltando alrededor de esa parodia de gusano, venga a hacerle la pelota, las muy guarras. ¿Y él? Mejor dicho: ¿y eso? ¿Qué está haciendo “eso”?

Mírale qué feliz parece. Todo son palmaditas, abrazos, estrujones… Leñe, ni que hubiese descubierto la vacuna contra el hambre.

Mírale qué sonrisa tan odiosa. Seguro que la dentadura es postiza. Uh, ahí está tan feliz, el muy desgraciado. Venga a repartir besos y más besos. ¡Eh, gordas de mieeerda! ¡Cuidado, que seguro que os pega el SIDA!

Vaya, por fin ha reparado en mí. Me mira. Qué asco. Voy a tener que saludarle. Puagg, qué mal trago. Vaya, la tuerta nariguda esa está con él. Qué contenta parece. No me extraña. El adúltero de su marido o novio ha ganado la carrera… También me mira ella.

Leñe, los dos se acercan a mí. Uf, qué mal rato. Venga, Jorge. Ánimo. Tienes que hacer de tripas de corazón. Todos te están mirando. Sonríe, leche, sonríe… ¡Haz un esfuerzo, leñe!

La manaza de Freddie Krugger, extendida hacia mí, le precedía. A su lado, la rebuscadora de basura. Los dos me sonríen ampliamente. Sus ojos de serpiente venenosa denotan… ¿sinceridad?

Tuve que estrechar esa mano viscosa asquerosa. No me quedó más remedio.

- ¡Enhorabuena, Ducalense! ¡Has hecho una magnífica carrera!

No me soltaba la mano ni dejaba de agitarla con energía.

- ¡Muy bien, Ducalense! Me has hecho sudar de lo lindo.

Me quedé como congelado. Tenía todo el cuerpo paralizado ¿Pero qué estaba diciendo este trozo de carne sanguinolenta llena de pus?

- Te aseguro que es la carrera que más me ha costado ganar nunca.

“- ¿Eeeeeehhhhhh? -”, pensé para mis adentros. “¿Me está elogiando?”

- Te he ganado por los pelos. Si no llegas a estar en esta carrera, creo que le hubiese sacado medio circuito al resto. Pero tú, chico, me has hecho sudar. De verdad.

Les miré a los dos con la boca tan abierta como un pez. Vaya. De repente las mugrientas rastas de este tío habían desaparecido y sus greñas eran ahora rubias y peinadas. Volvía a tener coleta. Y sus dientes estaban cambiando de repente de color. ¡Qué blancos habían vuelto a ser!

La acompañante – sin duda una cualquiera y de alquiler – también me habló:

- Te felicito, Ducalense. ¿O prefieres que te llame Jorge? Nos has traído a un sitio maravilloso. Todos estamos encantados con tu trabajo. Este sitio es un paraíso. La gente habla maravillas de él. Muchas gracias por habernos convocado aquí.

Vaya, qué cosas. Sus repugnantes rasgos simiescos estaban desapareciendo ante mis ojos a marchas forzadas Ya no tenía ni granos purulentos ni cicatrices en la cara. Corcho, había desaparecido su Parkinson. Ya era otra vez estilosa y rubia. Y menudos ojazos lucía.

- Y el circuito es magnífico -, añadió él con una gran sonrisa.

Vaya, de repente este tío había crecido casi un metro. Y la joroba le había desaparecido misteriosamente.

- Ducalense, confiésame una cosa…

Dejó de estrecharme la mano y clavó sus ojos en los míos.

- ¿De verdad nunca has corrido profesionalmente?

Ostras con este joven. Qué buena facha había vuelto a tener. Ya no le olía el aliento. Tampoco sufría de pie zambo. ¡Y se estaba curando de la lepra ante mis ojos! Y qué elegante era su vestimenta. Cuánta cordialidad irradiaba. ¡Pero qué simpático era! ¡Qué comentarios tan inteligentes y llenos de sentido común!

- Mi marido y yo queremos volver a este sitio pronto. Nos encantaría que nos lo enseñases en otra ocasión con más detalle ¿Podríamos quedar contigo otra vez? Estoy segura de que por aquí debe haber muy buenos restaurantes y unos paisajes maravillosos. ¿Aceptarías nuestra invitación para comer con nosotros ese día?
- ¿Y de paso querrías probar el F50? -, añadió él.

Santo Dios, pero qué guapa se está volviendo esta chica… Mira cómo le está desapareciendo la chepa. Y ya no es plana cual vulgar tortilla de patatas. Madre mía, pero qué tipazo, qué cara, qué sonrisa, qué cuerpazo está adquiriendo… ¡Ufffffff! ¡Por favor, que alguien me sujete, que estoy casadoooooo!

Paul Newman de joven puso su mano en mi hombro.

- Pues yo te diré algo más, Ducalense. ¿Sabes? Nieto ha tenido mucha suerte de no haberse cruzado nunca contigo…

La pequeña multitud rodeó nuevamente a estos dos serafines y volvió a ovacionarles. Yo me quedé inmóvil como una estatua. No podía ni mover un músculo. La impresión me había dejado sin aliento.

Vaya, hombre, por fin se me hacía justicia como hombre y como piloto. Estas dos maravillas de la creación por fin reconocían mis enormes méritos y destreza conduciendo.

Sí. Tiene mucha razón Brad Pitt. Soy el mejor. Y tiene razón Miss Vía Láctea. Soy el mejor anfitrión del mundo. Y, además de todo eso, soy el Rey del Circuito de la Vía.

Y el dictador supremo del mundo de las carreras.

Soy…

A ver quién soy.

Ah, por supuesto.

Ya sé quién soy.

Naturalmente… ¿Quién voy a ser si no?

Soy el Induráin de la velocidad.

Sí. Eso es. Ese es quien soy.

Y es que, reconozcámoslo, hasta los criados tienen derecho a ver a veces un ratito la televisión…

---------------------------------------------------------------------------------------------

Dos sirenas cortaron de repente todo el jolgorio del que estábamos disfrutando. Se oyeron dos distintas. El volumen era atronador. Una venía de frente. La otra venía de nuestras espaldas.

Todos nos quedamos como paralizados. ¿Dos sirenas? ¿Es que habría fuego en el pinar?

Pues no. No era por ningún fuego. Los que habían encendido las sirenas que nos habían sobresaltado tanto eran… dos guardias civiles de carretera. Uno venía de frente. El otro estaba a nuestra espalda. Ambos se pararon a cierta distancia. Prácticamente a la vez sacaron las patas de cabra de sus potentes BMW, se subieron la parte movible de sus integrales Nolan, y bajaron de ellas.

Los dos sabían perfectamente lo que estaban haciendo.

Se habían apostado en los extremos de la recta de meta. Estábamos rodeados. No había escapatoria.

El que quedó a nuestras espaldas se quedó de pie al lado de su moto. El que venía de frente se dirigió hacia nosotros. Era muy alto, bastante más que el otro. Tenía tipo atlético. Tendría unos 45 años o así. Vestía el uniforme de invierno de la Guardia Civil de Tráfico. Este hombre llevaba gafas de espejo. Eso impedía adivinar su mirada.

El silencio era total. Todos estábamos paralizados y asustados. ¿Qué iba a pasar?

El guardia civil de las gafas de espejo habló con voz fuerte y enérgica. Maldita sea: denotaba autoridad. Y, por el momento, también determinación. Muy mal asunto, pensamos todos.

- Buenos días. Necesito que todos ustedes se identifiquen. Por favor, vayan preparando sus carnets. Mi compañero los recogerá. Los dueños de estas motos deberán darme las documentaciones de todos estos vehículos y sus propios carnets de conducir.

Nos quedamos helados. La risa, la juerga y todo el buen ambiente se habían truncado totalmente. El nerviosismo y el mal humor empezaron a cundir entre nosotros. Santo Dios, nos habían pillado in fraganti. ¿Qué nos pasaría?

Jorok murmuró detrás de mí:

- Mírales. En lugar de estar vigilando las carreteras vienen aquí a jo...der la marrana…
- Me cisco en el maldito gobierno y en sus esbirros -, confirmó Ampelt.

El guardia civil más alto siguió hablando. Afortunadamente no les había oído.

- Les comunico que, entre otras cosas, les vamos a denunciar por celebrar competiciones ilegales. Quisiera saber quién es el organizador de esta competición no autorizada.

Nadie habló. Yo debía haberlo hecho, pero el terror – y la cobardía, todo sea dicho - me tenían paralizado.

Pero Mendoza, el más valiente de todos nosotros, sí lo hizo. Lleno de energía y de rabia, gritó:

- ¡No somos chivatos!

El silencio entre nosotros era total. La tensión era brutal. Literalmente se podía cortar.

Yo le agradecí internamente ese acto tan valiente a mi antiguo rival Mendoza – ahora, a raíz de esto, mi mejor amigo en este mundo y en esta vida, así lo declaro, desde ese preciso instante y hasta que la muerte nos separe -.

El agente sonrió despectivamente.

- Muy bien -, contestó. – Ya lo sabremos cuando todos ustedes comparezcan ante el Juez de guardia -.

La mujer de Drcervecillas sacó su móvil e intentó hacer una llamada. Dijo en voz alta:

- Mi hija es juez. Voy a llamarla en este mismo momento.
- No se molesten – dijo el guardia civil -. Por las obras de reparación del tendido eléctrico llevamos varios días sin cobertura. De todas maneras no se preocupen ustedes por sus derechos constitucionales. Tan pronto mi compañero y yo hayamos formulado todas las denuncias por las posibles infracciones relativas a documentaciones, seguros e ITV, vendrán todos ustedes con nosotros para prestar declaración ante el juez.

Recalde, claramente irritado y muy molesto, como todos los demás, le espetó:

- ¿Y a dónde nos vas a llevar? ¿A la comisaría o al calabozo?

El guardia civil tardó en contestar. Ladeó la cabeza y se quedó mirando hacia la nada. Vaya, debió pensar. Ya empieza el tuteo. La situación era tensa. Entonces miró a Recalde de hito en hito a través de sus Ray-Ban, luego paseó la mirada por el resto de la concurrencia – todos estábamos con tal susto que no nos llegaba la camisa al cuerpo -, abrió ligeramente las piernas, cruzó las manos por detrás, empezó a balancearse ligeramente hacia atrás y hacia adelante y, con evidente dominio de la situación, habló pausada y relajadamente. Estaba claro quién mandaba allí. Parecía que disfrutaba.

-¿Nos van a meter en un calabozo?- gritó Bigotes.

- Eso lo determinará el juez, señores. Por el momento, cuando hayamos acabado los trámites administrativos inherentes a las denuncias, deberán ustedes seguirme a mí y a mi compañero hasta la Comandancia de Las Navas del Marqués. Allí hay un teléfono. Podrán ustedes llamar a quien deseen a la espera de que aparezca el juez de guardia. De todos modos les informo de que ya hemos previsto la presencia de un abogado de oficio, quien acudirá a los interrogatorios tan pronto le avisemos. También llevaremos al herido al hospital de Ávila para que un médico certifique sus heridas y posteriormente añadir ese parte médico al pliego de denuncias contra el organizador u organizadores.

Yo empecé a sudar algo muy frío por todo el cuerpo. Mi hija estaba tan asustada como yo. Me agarró de la mano. Los dos temblábamos.

Perragón estaba muy alterado:

- Pero, oiga, agente. ¿Qué es eso de que va a aparecer un juez? ¿Es que somos delincuentes?

El guardia civil volvió a tomarse su tiempo para contestar. Todos estábamos expectantes. Maldito individuo. Estaba disfrutando haciéndonos sufrir.

- Claro que disfruta el muy hijo de su madre -, dijo una mujer a mi lado en voz baja.

Pero para su siguiente comentario elevó la voz con toda intención.

– ¡Se está relamiendo con la comisión que se va a llevar con tanta multa! -.

El aludido levantó la cabeza y se quedó quieto. Luego, como si fuese un autómata, la giró lentamente hacia la mujer que había hecho el comentario. La miró fijamente a través de sus gafas durante unos interminables segundos, frunció los labios con desprecio, ignoró olímpicamente a la mujer y, tomándose todo el tiempo del mundo, volvió a hablar en su tono pausado habitual, sin una palabra más alta que otra.

- Miren ustedes. Según la legislación actualmente en vigor, los agentes de la autoridad tenemos la obligación de poner en el acto en conocimiento del juez no sólo los hechos presuntamente delictivos que hayamos detectado, sino que, si el delito es especialmente grave, debemos llevar al infractor o delincuente al juzgado de guardia también en el acto.

- Pues no estoy muy convencido de eso. Mi cuñada es abogada criminalista en Lugo y jamás me ha hablado de nada parecido para una situación como ésta -, exclamó Lobito MK6 desde mi izquierda. Varias personas más asintieron con sus comentarios.

- ¡Esto es un abuso! -, gritó la mujer de Fermón.

El guardia civil levantó con mucho teatro las manos y pidió tranquilidad.

- Les aconsejo a todos ustedes que guarden la calma. Es nuestra obligación proceder conforme al reglamento y a la ley. Vamos a ver. Donde han aparcado ustedes sus coches está el Nissan de los compañeros. Hagan el favor los acompañantes de dirigirse todos allí. ¡A ver, por favor! ¡Guarden silencio!

Su voz era terriblemente autoritaria. Todos estábamos muy inquietos. La situación era muy grave. Yo estaba temblando de pánico. Yo era el organizador de la carrera, ¿no? ¿Qué le iba a decir al juez?

El guardia civil continuó.

- Vamos a ver. Hagan todos ustedes el favor de seguir al pie de la letra mis órdenes. Deberán presentar a los compañeros del Nissan todas las documentaciones de los coches y de los remolques. Las de las motos que haya allí sobre sus remolques, no. ¿Comprenden? Esas documentaciones – si las tienen, por supuesto - deben ser entregadas a mi compañero aquí presente. ¿Entendido?

Varios insultos muy graves, pero en voz muy baja, se oyeron en el grupo. El Adonis ganador de la carrera se puso a mi lado y nos miramos. Estaba también preocupado. Su mujer también lo estaba. Mentalmente nos comunicamos. La gamberrada de la carrera nos podía salir muy cara. Este tipejo con casco, botas, pistola y uniforme parecía muy poco humano.

- A ver, que todavía no he terminado. ¡Por favor, guarden silencio! Todos ustedes, los que han tomado parte en esta competición ilegal, deberán entregarme a mí en persona tanto sus documentaciones personales como las de sus motos. ¿Ven esta libreta? Pues en ella voy a anotar los nombres de todos ustedes que carezcan de algún documento. ¿Han entendido todos ustedes? Pues muévanse, por favor, que mis compañeros y yo tenemos mucho trabajo.

- ¿Trabajo, so desgraciado? – musitó Delagh, torciendo la cabeza y poniéndose una mano delante de la boca -. Trabajo te iba a dar yo, mamón. Pero forzados y con cadena.

- Calla -, le recriminó Rafafierros -. Como te oiga será mucho peor.

Y entonces comenzó lo que parecía un éxodo. Todos nos vimos obligados a hacer lo que nos habían indicado. Nuestros acompañantes, cariacontecidos y con caras de angustia, se marcharon hacia el campo de fútbol. Allí, en efecto, una pareja a bordo de un Nissan les pidió uno a uno todos los documentos habidos y por haber.

Los pilotos nos agrupamos en un pequeño grupo aparte. Gttalpine quiso escapar, pero no pudo. El segundo guardia civil estaba muy atento y le dio el alto. Ver eso nos desanimó. Qué bien habían planeado nuestra captura. Nadie iba a poder escaparse. Nos iban a crujir bien crujidos. No sólo habíamos violado el código de la circulación con la excusa de una juerga motera que ahora maldita la gracia nos hacía; también iban a rapiñar nuestras cuentas corrientes con las multas inmisericordes que el maldito gobierno y toda la casta parasitaria habían aprobado para mantener su asquerosamente elevado propio nivel de vida.

En menos de una hora el principal papeleo estaba hecho. Siguiendo las órdenes recibidas, toda la caravana – una vez recogido absolutamente todo y con la mayoría de los ciclomotores en sus remolques correspondientes - estaba preparada para la partida hacia la Comandancia. La indignación, el disgusto y el malestar habían borrado toda traza de alegría y diversión. Hasta las banderitas del foro – que Jordi Viñas había distribuido abundantemente – habían desaparecido de la vista.

El guardia civil alto se puso al frente de la comitiva. Su compañero y el Nissan con los otros dos se pusieron la cola. Por fin, con un gesto como en las películas de indios y americanos, dio la señal de salida.

Y la caravana que debía salir de allí mismo para dirigirse primero a El Escorial – donde habíamos planeado comer – y luego a la Plaza de Castilla madrileña, se puso lenta y tristemente en marcha rumbo al campo de concentración.

Éramos la caravana de los condenados a Mauthausen y Treblinka.
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Mensaje  Marco 20/9/2012, 17:59

Y????Y????
No me dejes así!!!!!!........

Por cierto, cuándo rodamos la peli?jejeje
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Mensaje  Paufont 21/9/2012, 17:58

Estoy con Marco!! Nos has dejado con la intriga a mas no poder!! :qtedoy: Esto se planteó mal... no bastaba mas que, unos al volante de los coches, otros encima de sus mismas monturas, continuar la carrera en todas direcciones, imposible para dos "motopolis" jajajajaja Y si quieren algo, ya vendran a verte en casa Rolling Eyes

Venga, un saludo y a que esperamos para la continuacionnnnnnn????? :up:

Pau

PD: Y eso, a ver si nos juntamos y hacemos el film del relato, pese lo que podria llegar a costar, por no decir casi imposible... anda que no seria único!
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Mensaje  Ducalense 21/9/2012, 23:55

Capitulo 9: LA PROCESIÓN DE LOS PENITENTES


No todos íbamos en los coches. Algunos decidimos que, pasase lo que pasase, nos moveríamos sobre nuestros propios ciclomotores.

- ¿No te jodé? – dijo Derbigpr. – Si este capullo me va a empapelar, que le den. Yo me voy montado en mi Minicross hasta Madrid, Alcalá Meco o Siberia, pero este tío no me baja de mi moto.

Todos los demás asentimos. Más delitos no podíamos cometer, así que, si la Guardia Civil nos llevaba detenidos, que nos llevase, pero con nuestra dignidad bien alta.

- “Vaya. Somos la infantería que se sacrifica. Qué mala suerte hemos tenido” – pensé.

Y me monté sobre mi fiel 48 Sport, le pedí a mi hija que se hiciese cargo del coche del remolque y me puse en la fila como uno más.

Inmediatamente formamos un grupo de motos. A mi lado se instaló Serrano.

- Buena carrera, ¿eh, Ducalense?. No has ganado por un pelo. Lástima. Ibas completamente ciego. No te has pegado un par de leches bien dadas de casualidad. Esto parecía el Mundial, pero de motocross…-.

Me reí. Ese simpático comentario de Serrano me había animado un poco.

- Oye, Serrano, perdona que no te haya preguntado. ¿Qué tal has quedado?
- Bah, da igual – rió -. He visto en un minuto más leches que en una película americana. Las contaré en el foro, todas y cada una. Ya verás qué juerga.

Yuma6 se giró y preguntó.

- ¿Y a dónde narices nos lleva este hijo de su madre?

Paufont contestó.

- Yo lo sé. He hablado con él. Me ha dicho que iremos a la Comandancia, pues por lo visto el teniente le está esperando allí, me imagino que para disfrutar con esta cacería. Luego, como somos muchos, nos va a llevar a una nave industrial -.
- ¿Nave industrial? – interrumpió Diablillo. -¿Para qué?
- Sí, eso ha dicho. Por lo visto en la Comandancia no hay sitio para que aparquemos tanto vehículo, así que nos va a llevar a una nave de las afueras del pueblo que tiene un descampado al lado. Allí podremos aparcar todos los vehículos. En la nave, que no sé de quién es, hay una sala de reuniones o algo parecido. Allí, por lo visto, nos tomará declaración el juez.
- De acuerdo, ¿pero a qué pueblo nos lleva? ¿A El Escorial?
- No, a las Navas del Marqués, que es donde está la Comandancia.
- ¿Las Navas del Marqués? – terció Miraflores -. ¡Vaya!. ¿Sabéis que allí cayó hace unos meses la primitiva, bono loto o como se llame, europea?

Casi todos los del grupo asentimos. En efecto, lo sabíamos. Un mes o dos antes del pasado verano fue noticia ese pueblo – que siempre ha sido ganadero principalmente – porque la primitiva europea le había caído a la peña lotera del pueblo. El premio había sido increíblemente elevado: más de mil seiscientos millones de euros. Los afortunados fueron unos cincuenta. Muchos de ellos no tuvieron reparo en hacerlo públicamente y así sus retratos aparecieron durante un par de días en todos los medios de comunicación. Otros pocos, no se sabía muy bien cuántos, habían optado muy prudentemente por el anonimato.

La comitiva arrancó. Marchando en cabeza a una velocidad de 30 kilómetros por hora, el guardia civil nos marcó el camino. Nuestro grupo motorizado le seguía. Íbamos tal y como habíamos jurado ir: sin casco, sin matrícula, sin espejos, sin pegatinas de la ITV y sin el maldito cuentakilómetros naranja. Vaya; parecíamos el grupo de esclavos de Espartaco tras la derrota ante los romanos. Ahora nos llegaba la hora de pagar.

La caravana se extendía por lo menos un kilómetro. Varias veces volvimos la cabeza para contemplar el espectáculo. Era bonito de ver. Lástima que a donde nos llevaban era al matadero.

No sé por qué, pero en un momento dado me acordé de Kaezet. ¿Dónde estaría? No había aparecido hasta entonces. ¿Le habría pasado algo? ¿Habría tenido algún accidente? Ojalá que no y que estuviese bien. Si se encontrase bien de salud, me alegro mucho por él de la que se había librado.

Abandonamos la carretera comarcal para entrar en el pueblo. Al frente, por supuesto, nuestro inquisidor. Al final de la caravana, como si fuesen esclavistas, el otro guardia civil y la pareja del Nissan. Todos seguimos la ruta marcada.

La conmoción en el pueblo comenzó. Todos los lugareños que estaban tanto en las aceras como en las tiendas o bares salían a toda prisa para quedarse mirando aquel espectáculo tan poco usual e inesperado. Encima a nuestro captor no se le ocurrió otra cosa que hacer sonar la estridente alarma y encender las luces azules de la BMW.

-¡Maldito sea este tío! – exclamó Zorropuch sobre su Puch MC50. - ¡Nos está exhibiendo!

Y eso parecía en efecto. No era normal en un pueblo así oír la sirena de la policía o de la Guardia Civil, así que la expectación crecía exponencialmente. En menos de cinco minutos todo el pueblo estaba absolutamente cautivado por la procesión que había invadido su tranquilo pueblo. Las caras de los lugareños eran una mezcla de sorpresa y jolgorio.

Pero pasó una cosa curiosa. La mujer de Manapuch empezó a llamar a la rebelión desde su coche. Estaba claro que no podíamos escapar de la Guardia Civil. Sin embargo fue la que prendió la mecha de la rebelión.

- ¡Pero qué narices!, ¿dónde está vuestra dignidad, amotiqueros? – gritó con medio cuerpo fuera del coche.

Y empezó a tocar la bocina como una loca y agitar a la vez un banderín del foro por la ventanilla.

Ese acto de rebelión y valentía prendió inmediatamente en la caravana. Unos segundos después, todos los coches acompañaban la sirena del guardia civil con sus insistentes bocinazos a la vez que montones de banderines del foro salían por las ventanillas de nuestros coches.

Los que íbamos en moto no podíamos ser menos. Así, también tocamos las bocinas y luego nos dedicamos a montar el numerito mientras conducíamos: que si uno levantaba rueda, que si otro frenaba en seco, que si el otro venga a dar acelerones… Los demás nos poníamos en pie – hasta donde los pedales nos permitían - soltábamos una mano, aullábamos como si estuviésemos en un rodeo y nos dedicamos a disfrutar de la última gamberrada que podríamos hacer en mucho tiempo.

El circo improvisado fue indescriptible. El pueblo entero estaba a nuestro alrededor. Muchos aplaudían. Los niños corrían alborozados a nuestro lado. Era obvio que no sabían el porqué de aquella caravana. Pero, bueno, era algo totalmente nuevo, inesperado y digno de contemplar, así que a disfrutar de ello mientras durase.

Yo, como es lógico, conocía el pueblo bien. Ya sabía qué recorrido teníamos que hacer. Nos llevaría por la calle principal, la cual desemboca en el Ayuntamiento. Luego pasaría de largo ante él para llegar, unos 300 metros más allá, a la Comandancia. Y, de allí, a la famosa nave, que no tenía ni idea de dónde podía estar.

Mientras desfilábamos ante la algarabía de la gente y seguíamos haciendo ruido sin parar, me fijé en unas cuantas novedades. Vaya. Ya se notaba la lluvia de millones que habían caído en el pueblo. Donde antes había un modesto bar ahora había un concesionario Maserati. En lugar de la mercería había una tienda de ordenadores Apple. En lugar de la bodega había un concesionario exclusivo de Rolex. También vimos carteles muy grandes que anunciaban próximos negocios (“nuevo concesionario Jaguar en Las Navas. Apertura inmediata”). Y así montones de casos similares. Todavía había ristras de farola a farola con la bandera de España. En fin. Los afortunados por la lotería estaban de enhorabuena.

Cuando llegamos al Ayuntamiento veo que, para mi sorpresa, no seguimos hacia la Comandancia, sino que el guardia civil al frente de la comitiva giró hacia la izquierda. Todos le seguimos. El ruido seguía siendo infernal y él seguía con la sirena puesta.

A mí me extraño mucho ese giro, pues ahora tras un nuevo también a la izquierda, estábamos paralelos a la calle principal, pero en sentido opuesto. ¿Dónde nos llevaba, me preguntaba? ¿Quizás a la nave directamente?

En un par de minutos recorrimos la calle paralela. Yo estaba un tanto expectante. ¿Dónde nos llevaba, me volví a preguntar? No quise comentarlo con ninguno de mis compañeros porque no conocían el pueblo y, aparte, el ruido era ensordecedor.

Entonces el guardia civil volvió a girar a la izquierda otras dos veces y volvimos a recorrer la calle principal.

- ¡Maldito seas! – volvió a gritar Zorropuch. - ¡Qué no somos tus trofeos, leñe! ¿Quieres acabar ya con esta historia?

Pero con el ruido tan brutal que la caravana estaba produciendo casi nadie más le oyó.

Así que tuvimos que recorrer nuevamente la calle principal. Nuestros heroicos acompañantes estaban decididos a vender muy cara su piel, así que redoblaron sus bocinazos y su ondear de banderines. Reconfortaba oír a nuestras magníficas acompañantes gritar a pleno pulmón y sin descanso: “¡Amoticos, amoticos…!”

Por segunda vez llegamos a las puertas del Ayuntamiento. Pero esta vez seguimos de largo. Al mismo paso lento llegamos por fin a la Comandancia. La caravana era espectacular. Medio pueblo se había unido a nosotros y nos acompañaba con gran jolgorio. Parecíamos los de Bienvenido Mr. Marshall. De hecho se nos había unido una panda de unos 20 ruteros, quienes tampoco dejaron de tocar las bocinas, añadiendo más color a la procesión de los penitentes en que “la ley” nos había convertido. Varios chicos del pueblo, a lomos de sus escúteres y ciclomotores, también se habían apuntado. Se lo pasaron en grande. Qué suerte.

El guardia civil que nos guiaba detuvo su BMW, paró la sirena – ¡por fin! – y, como en las películas del Oeste, ordenó alto a la comitiva.

Entonces, con gran parsimonia, se quitó los guantes, se ajustó las botas, comprobó la funda de la pistola, nos miró un momento a través de sus impenetrables gafas de sol y, empujando la puerta principal con desdén, entró en el edificio.

Todos estábamos expectantes. Ya habíamos dejado de hacer ruido con las motos y las bocinas. Los banderines habían sido guardados. Nadie hablaba; sólo lo hacían varios lugareños, totalmente ajenos al drama que nos esperaba. Varios niños, con todo descaro, nos pedían que les dejáramos nuestras motos o que les subiésemos encima.

Pasaron como dos o tres minutos. La puerta finalmente se abrió nuevamente. Y aparecieron nuestro querido amigo y un oficial con gorra.

Llevaba dos estrellas.

En efecto, era el teniente al frente de la Comandancia. Y tenía cara de tener muy pocos amigos.


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Mensaje  Ducalense 23/9/2012, 22:13

Capítulo 10: DETENIDOS


El teniente miró con detenimiento y cara muy seria aquella “serpiente multicolor” que estaba estacionada ante su puesto y que estaba conmocionando tanto la vida del pueblo de repente y sin avisar. Luego escuchó atentamente las indicaciones que, en voz baja y casi al oído, su subordinado le estaba dando. El teniente asentía una y otra vez. Finalmente, para nuestra desesperación, se saludaron militarmente, le ofreció la mano al agente, quien se la estrechó enérgicamente, y el teniente, tras echar una última mirada despectiva hacia la caravana, volvió a entrar en la Comandancia.

En ese momento sentí terribles deseos de ir al baño.

Sin decir palabra, el agente se plantó ante la comitiva, levantó el brazo para que todos le viéremos y, como si otra vez fuese un sargento de las películas de indios, nos indicó con el brazo que debíamos ponernos en movimiento.

Así lo hicimos, afortunadamente sin sirenas ni bocinas. Ya se nos había pasado el minuto de la eufórica rebelión. Ahora tocaba soportar – si podíamos – el brazo más duro de “la Ley”.

Tras un breve recorrido por el este del pueblo enfilamos una corta carretera que llevaba al polígono industrial. Gracias a Dios nos habíamos deshecho de los acompañantes nativos.

En efecto. Tal y como se había dicho, al fondo del pequeño polígono industrial se alzaba una nave solitaria. A su lado, un solar vacío tan amplio que sin duda permitiría el aparcamiento de todos los vehículos de la caravana.

Por nuestra izquierda y a toda velocidad nos rebasa el otro guardia civil. Es el primero en entrar en el solar. Detiene su moto, se baja rápidamente y empieza a ordenar el tráfico para que vayamos aparcando en él. Así lo hacemos.

La caravana es tan larga que tardamos diez minutos largos en entrar todos. Finalmente todos nos congregamos ante la puerta principal. Me fijo en que el Nissan está obstruyendo la salida del solar, impidiendo cualquier intento de fuga por nuestra parte. Tanto la nave como el solar del aparcamiento están vallados.

Una vez que estamos todos juntos, el guardia civil levanta la mano para hablarnos. Todos nos callamos. Con voz alta y autoritaria exclamó:

- Dentro de esta nave, propiedad de la Comandancia, hay una sala de reuniones que no puede albergar más de 35 personas. Dado que los acompañantes no son acusados de ningún cargo por el momento, éstos no tienen permitido el acceso al interior. Por ello deberán esperar fuera, dentro de sus vehículos, hasta que hayamos efectuado los trámites judiciales oportunos. Pónganse cómodos, pues esto llevará su tiempo.

No tardaron en aflorar las quejas. Varios de los participantes tenían conocimientos sobre leyes como para cuestionar lo que este guardia civil estaba haciendo con nosotros. Entonces varios se lanzaron a hacer llamadas por sus móviles.

El guardia civil lo observó.

- No se esfuercen. El pueblo lleva sin cobertura varios días. Dentro, en la sala, hay un teléfono fijo. Desde él podrán, cuando sea oportuno, realizar llamadas.

Los nervios, el miedo y la indignación eran patentes en mucha gente. El forero Bravo se encaró con el guardia civil.

- Vamos a ver, agente. ¿Pero qué patraña nos está usted contando? ¿Desde cuando se lleva a la gente ante un juez porque no tenga pasada la ITV de una moto?

Varios más se sumaron a la protesta. El alboroto y la rebelión empezaban a subir de tono.

- ¡Por cierto! – gritó histéricamente Mendoza. -¿Cómo se llama usted? ¡Haga el favor de identificarse!

El Apolo de la Bultaco 50 estaba a mi lado. Vi que le comentaba algo a Miss Nube de Magallanes:

- Esto es de coña. Verás cuando lo comentemos en el bufete. La Guardia Civil nos empitonará, pero a este tío nos lo llevamos puesto.

Mientras hablaba me miró y me guiñó un ojo como diciendo “el que ríe el último ríe mejor”. Los que estábamos a su alrededor no perdíamos detalle de todo lo que hacía o decía. Él era nuestro clavo ardiendo.

Y la rubita de oro asintió. Y le contestó:

- Este abuso de autoridad le va a suponer el despido del Cuerpo con deshonra. Ya me encargaré yo de este Tarzán. Este acaba en una cárcel de Somalia. Ya lo verás.

Todos los que estábamos a su alrededor asentimos con enorme énfasis. Eso era lo que todos deseábamos con todo el alma: cargarnos a este desgraciado que nos había destrozado nuestro plan, nuestra protesta y nuestra justa diversión..

El Cairer estaba rojo de ira. Con los ojos inyectados en sangre y los puños temblando de odio e indignación, miraba a la rubia fijamente. En su cara se leía lo que todos pedíamos en silencio: ¡venganza!

Pero el guardia civil permanecía impasible ante las protestas. Sus nervios parecían de acero. Con un temple impresionante levantó la mano imponiendo silencio con ese simple gesto.

- Por favor, no se alteren. Miren todos ustedes allí. Por allí se acercan el juez y el abogado de oficio. Ante ellos podrán ustedes exponer todas sus quejas.

Todos miramos hacia la carretera. Un Audi oscuro de gran cilindrada entró a toda velocidad en el reducido parking de la nave y frenó en seco. De él salieron dos mujeres. La que conducía tenía alrededor de 50 años. Iba vestida muy elegantemente. El copiloto era una chica joven, como de unos 25 años, y también vestía con mucha elegancia. Las dos tenían cierto parecido físico, me pareció apreciar.

La mujer se dirigió hacia nosotros. Traía una expresión muy grave en su rostro. Eso no me gustó nada.

El guardia civil la presentó.

- Esta es la señora juez de guardia de Ávila. Será quien les tome declaración a todos ustedes.

El dueño del Ferrari y su Venus privada se adelantaron al unísono hasta la primera fila. Él tomó, con mucha autoridad, la portavocía del grupo.

- Señora, vamos a ver una cosa…
- Llámeme Señoría -, le cortó.
- Está bien, Señoría. Vamos a ver. No entiendo nada. Soy abogado, mi mujer también, y estamos alucinando. ¿De qué juzgado es usted?

La juez respondió con chulería.

- Creo sinceramente que usted ha oído perfectamente al señor agente, por lo que su pregunta es una impertinencia. De todos modos, por si alguien más también tiene los oídos duros, les diré que soy la titular de un juzgado de Ávila; en estos momentos estoy de guardia. He sido informada por la Guardia Civil de los múltiples actos ilegales que este grupo ha cometido y, en consecuencia, estamos procediendo según dicta la ley que ustedes han violado tan gravemente.

Esa palabrería impresionó a la mayoría de los presentes. Sin embargo no afectó lo más mínimo a nuestro portavoz.

- ¿De Ávila, dice usted? ¿Desde cuando? Si tengo entendido que en Ávila ya no hay mujeres juez desde hace dos años…
- Pues está usted mal informado. Bueno, no tengo toda la mañana. Agente, haga usted pasar a los denunciados.
- ¡Eh, un momento, señora! – intervino Manapuch -. ¿Y nuestro abogado defensor?
- Es esta señorita. Dejen paso, por favor, y comencemos los interrogatorios.

Y la juez, muy ufana, entró en el interior de la nave tras haber sido abierta la puerta por el guarda civil. La chica joven estaba muy nerviosa y sonreía con una mueca; parecía totalmente desbordada por el asunto. Todos veíamos muy claramente que esto le venía demasiado grande. En un momento determinado, al verse acorralada por varias personas que le estaban apabullando con sus argumentos, salió corriendo de ellos y entró a toda prisa en la nave, siguiendo a la juez, y cerrando la puerta con precipitación.

El revuelo fuera era considerable. Los argumentos jurídicos que los entendidos estaban comentando en voz alta parecían irrefutables. Esto parecía un abuso legal que sobrepasaba toda raya roja.

Entonces el guardia civil se volvió a dirigir a todos nosotros. Casi nos lo comimos. Sin embargo el ademán que hizo de llevarse la derecha a la funda de la pistola nos detuvo y tranquilizó a la fuerza en el acto. Una vez más ya sabíamos quién mandaba allí.

- Orden, por favor. Señores, hagan lo que les he ordenado. Los acompañantes deben ir a sus vehículos y esperar. Los demás acusados pasarán al interior y esperarán su turno para declarar ante Su Señoría cuando ella les indique.
- ¡Van a meter en la cárcel a mi marido! -, gritó angustiada desde el fondo del grupo la mujer de Vicente.
- ¡Esto es ridículo! – afirmó Arjonero.

El alboroto entre nosotros volvió a crecer. Un nuevo gesto enérgico del agente lo cortó de raíz.

- Si ustedes tienen alguna queja, háganselo saber a Su Señoría. Ella representa la ley y todos ustedes deben obedecer.

El rubio, que claramente era el que mejor podía liderar este grupo de desesperados, impuso silencio y nos dijo con gran convicción:

- Obedezcamos al agente. Hagamos lo que la juez quiere. Ya tendremos la ocasión de poner las cosas en su sitio. Por favor, vayan todos ustedes a los coches y espérenos allí. Procuraremos no tardar mucho.

La mujer de Vicente tenía los ojos arrasados en lágrimas. Se dirigió suplicante al rubio.

- ¿Le pasará algo a mi marido?
- No se preocupe, señora. Todos saldremos de ésta de una manera u otra.

El pobre Vicente, que ya había dejado de sangrar por la pequeña herida de la cabeza, preguntó en voz alta.

- ¿Nos quitarán las multas?

El rubio se encogió de hombros.

- No lo sé. Este cachondeo totalmente ilegal puede tirar por tierra todos los trámites judiciales que esta señora empiece. Pero lo de las multas, ya veremos.
- Ya veréis como no nos las quitan -, saltó Alcarreño, indignado. – Todo esto no es más que para seguir saqueándonos a los ciudadanos. ¿Qué os jugáis a que nos dan por donde amargan los pepinos?

Un murmullo aprobatorio creció. La indignación y el temor por las terribles sanciones que nos esperaban crecían totalmente emparejados.

El rubio insistió en su argumento anterior.

- Repito. Hagamos caso al agente. Ya saldremos de ésta.

Sus sabias palabras fueron aceptadas y obedecidas. Un minuto después sólo estábamos ante la puerta de la nave los valientes que nos habíamos jugado la vida en aquella alocada carrera.

El guardia civil nos abrió la puerta de la misma y con la mano y su habitual dureza y frialdad nos invitó a entrar.

La puerta daba acceso a un recibidor no muy amplio en la que no había más que un pequeño mostrador de atención al público, un par de plantas altas y dos o tres sillas. A la derecha una puerta con la inscripción WC y a la izquierda una puerta ancha de hoja doble. Sin duda era la puerta de acceso a la sala de reuniones comentada.

Cuando todos estábamos dentro no sabíamos qué hacer. ¿Entrábamos o no a la sala? ¿Y dónde estaba la juez? ¿Y la abogada de oficio que nos había sido asignada?

Pero nadie habló. El guardia civil seguía allí impertérrito. Abrió un poco las piernas, cruzó los brazos por delante hacia abajo, se cogió de las manos, levantó la cabeza y desafió nuestras miradas a través de esas malditas gafas de espejo que hubiese deseado hacérselas comer a trocitos.

Unos segundos después la puerta que daba a la sala de reuniones se abrió ligeramente. Por ella aparecieron la juez - seria, áspera, tensa, antipática a más no poder – y la abogada de oficio – perdida, novata, desbordada, encogida -. Esta jovencita era tan tímida que parecía como si le diese vergüenza acercarse. Por eso se quedó muy cerca de la puerta doble.

El guardia civil se apostó al lado de la puerta de acceso a los cuartos de baño. Sacó de uno de sus bolsillos un montón de carnets de conducir y se entretuvo en mirar cada uno de ellos con gran parsimonia. De vez en cuando se le escapaban breves sonrisas despectivas.

Yo, confieso, le hubiese matado allí mismo.

Entonces la juez se dirigió hacia nosotros y comenzó su perorata. Lo que dijo me hizo temblar de nuevo. Díos mío, ayúdanos a salir de ésta, recé.

- Por lo que la Guardia Civil me ha informado, ustedes han cometido, para empezar, una serie de delitos contra la circulación muy graves. Y eso, siendo terrible, no es lo peor. Por mis informes ustedes estaban tomando parte en una reunión clandestina no autorizada que…

El valenciano Caratacus explotó:

- ¡Eh, oiga, señora, que es una manifestación autoriz…!

La juez se volvió hacia él con ira.

- ¡No me interrumpa o mandaré detenerle! ¡Y llámeme Señoría!

El pobre Caratacus no sabía dónde meterse. Menuda fiera era la juez que nos había tocado.

Siguió.

- El volumen de los actos a juzgar es tan insoportablemente elevado que va a ser imposible acabar yo sola la toma de declaraciones a todos ustedes en el día de hoy, así que voy a solicitar a mis otros compañeros que no estén de guardia que se presenten aquí tan pronto como sea posible para poder tomarles declaración ante de que acabe el día y así poder fijar las fianzas oportunas. Pero si, pese a nuestro esfuerzo, éstas no acaban en el día de hoy, vayan pensando todos ustedes en que los acusados quedarán bajo la tutela de la Guardia Civil de la Comandancia hasta que los trámites estén acabados. Pueden calcular de dos a tres días.

- Pero, ¿cómo? ¿Dos o tres días, dice usted? – intervino angustiado MobyRafa -. Oiga, que soy autónomo y tengo que estar en Cádiz mañana por la tarde… -

- ¡No es mi problema! – soltó la muy bestia. – Si tuviese que hacer caso a todos los lloricas que pasan por el Juzgado, ahora estaría yo pidiendo a la puerta de una iglesia.

Mobyrafa, como todos los demás, se indignó hasta el infinito, pero se contuvo ante la falta de todo en “Su Señoría”

El rubio intervino.

- Vamos a ver, Señoría. Esto no puede ser. Ninguno de nosotros va a declarar si no es delante de nuestros abogados. ¿Quién va a estar con nosotros en estos interrogatorios tan legalmente discutibles? ¿Esa señorita?
- Naturalmente. Es una joven muy capaz. Es la mejor de mi juzgado.
- Pues yo soy abogado y no la quiero ni la necesito. Por otra parte le pregunto: ¿va a estar ella sola para defendernos a todos? Porque usted dice que va a pedir ayuda a otros jueces. ¿Y nosotros no podemos llamar a nuestros propios abogados?

Y se cruzó de brazos, desafiante, esperando la respuesta de la juez.

La susodicha estaba muy molesta ante las pegas que nuestro líder le estaba poniendo.

Y entonces empezó a amenazarle la muy bruja.

- Mire usted, joven. Tiene mucha suerte de que no estemos todavía en el estrado, porque semejante insubordinación posiblemente le costaría su título profesional. Le digo que esta joven es la mejor del juzgado. Seguro que a usted le da diez mil vueltas como abogado y como persona.
- Mire, Señoría. Con todo respeto está usted diciendo unas tonterías impresionantes.

Todos nos quedamos helados… ¡Qué valiente era el rubio!

La juez montó en cólera. Llevaba un bolsito en las manos. Empezó a hacer aspavientos con él como si la picase todo el cuerpo. Empezó a chillar muy ofendida.

- ¡Tonterías…! ¿Tonterías dice usted…? ¡Pero bueno! ¡A mí me va a dar algo! ¡Ha ofendido usted a la Justicia, ¿sabe usted? ¡A la Justicia! ¡Lo pagará usted muy caro!

Y del bolsito sacó un abanico y empezó a abanicarse con verdadera furia. No dejaba de dar saltitos alternativamente sobre cada pie. Empezó a enrojecer. Parecía que le iba a dar un ictus en cualquier momento.

La situación era patética. Su reacción era tan desproporcionada que nos dejó a todos sin capacidad de reacción. El rubio y todos los demás mirábamos de hito en hito. No nos podíamos creer que una juez montase semejante espectáculo.

En ese instante oímos un portazo. Miramos hacia allí. La jovencita había abandonado el recibidor donde estábamos y había entrado en la sala. ¿Pero cómo era posible? ¿Era nuestra abogada y huía así de repente?

Nos miramos consternados. No sabíamos que hacer.

Un instante después la juez, que seguía haciendo enormes aspavientos - parecía que le iba a dar un sofocón en cualquier momento -, siguió el ejemplo de la joven y, huyendo de nuestra presencia, entró en la sala de reuniones, cerrando violentamente la puerta tras sí.

Nos quedamos mirándonos todos sin capacidad de reacción. El guardia civil parecía ajeno a lo que había pasado. Ahora nos daba la espalda. Parecía que seguía mirando nuestras documentaciones. De vez en cuando levantaba y bajaba los hombros muy rápidamente. Qué tic más raro.

Yo, a pesar del miedo y angustia que tenía, pensé que no podía estar allí todo el día, así que me lancé tras ellas para pedirles que, por favor, cumpliesen con su obligación para que, por lo menos, nos quitásemos este mal trago cuanto antes.

Abrí la puerta y miré dentro.

Dios mío. Me quedé paralizado.

Allí no había una sala de reuniones…Había una única sala, de unos 300 ó 400 metros cuadrados.

Y estaba llena de cosas.
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Para empezar…

Para empezar había dos filas llenas de ciclomotores, todos absolutamente nuevos, como recién salidos de fábrica. ¿Cuántos habría? Calculé unos 50 ó 60. Allí había una increíble representación de los mejores ciclomotores que en España se habían fabricado. Y también había una tercera fila, ésta conteniendo, perfectamente alineadas, una veintena larga de motos de 75 centímetros cúbicos.

Las dos mujeres habían desaparecido. Pero había un montón de mesas y sillas como para cincuenta o sesenta comensales, perfectamente ordenadas. Con mantel, platos, vasos, cubiertos, agua, vino, champaneras, aperitivos variados, un jamón listo para cortar, fiambres, ensaladas…

Colgando de la pared había un cartel de por lo menos 30 metros de largo.

Lucía un anagrama…

Amoticos.

Y en el centro de todo, una plataforma baja de cinco por cinco.

Sobre ella dos cosas muy especiales. Un carromato amarillo con una inscripción en el lateral que me sacudió de arriba abajo.

Y una Derbi 74 Gran Sport reluciente sobre la que se apoyaba una gran corona de laurel.

Con ojos desorbitados me volví a mis amigos.

- ¡Entrad todos! ¡Ahora mismo! - chillé como un demonio.

Y todos entraron en tropel.

Y, cuando vieron lo que se ofrecía ante sus ojos, un grito de sorpresa llenó la nave.

Y, como yo, también se quedaron paralizados y absolutamente boquiabiertos.

Pero no habían entrado todos. Faltaba uno.

Rápidamente volví sobre mis pasos y entré de nuevo en el recibidor. Estaba vacío. ¿Dónde estaba el fulano este?

La puerta de acceso al cuarto de baño, que estaba ligeramente abierta, se cerró en ese momento. Ajá, así que estás ahí dentro. ¡Ahora te vas a enterar!

Pero cuando dando grandes zancadas me dirigí hacia el baño con la intención de romperle las piernas al sujeto de las gafas de espejo, botas altas, casco y pistola, tuve que detenerme sin remisión.

Del cuarto de baño, pese a que la puerta estaba cerrada, llegó hasta mí la carcajada más sonora, potente, estruendosa, divertida, jocosa, liberalizadora, sincera y contagiosa que uno haya oído nunca.



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Mensaje  Juampy 23/9/2012, 22:45

Bueno , realmente muy bueno , mucha calidad en el relato y muy entretenido ..
Y ahora yo me pregunto , con todos los frentes que han quedado abiertos habrá segunda parte ...???

Un saludo,,
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Mensaje  Delagh 24/9/2012, 12:53

Jajajajajajajaja, FANTASTICO.

Saludos

P.D. Sigue, sigue.
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Mensaje  Isimoto 24/9/2012, 14:30

Muy bueno Ducalense..... habra mas o nos repartiremos esas motos!!! :bravy:
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Mensaje  Ducalense 26/9/2012, 22:58

Saludos a todos los foreros.

Como lo prometido es deuda, aquí tenéis el pdf con el relato completo. Que lo disfrutéis. Muchas gracias por vuestros ánimos y elogios. Un abrazo.

Pulsa AQUI para descargar el PDF con el relato completo
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Mensaje  Jorok 26/9/2012, 23:08

Pero, pero, pero... ¡¡ esto NO PUEDE QUEDAR ASÍ !!! :ign: :ign: :ign:

QUEREMOS MASSSSS :bravy: :bravy:

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Mensaje  Kaezet 27/9/2012, 00:29

¡Te felicito Ducalense! por 90 páginas llenas de imaginación, por romper la distancia que existe entre nosotros y hacernos vivir juntos, aunque sea virtualmente, una experiencia tan vibrante.

Y también por haberle cogido el punto al foro tan rápidamente.

Eso sí, eres un poco cabrito jugando de tal manera con la tensión del prójimo...

Pues venga, habrá que sentarse, que de primero creo que hay una sopa muy rica. Relato: Y en 2014 acabaron con el ciclomotor. - Página 3 Smiley_emoticons_teeschale

¡Gracias!


PD Por aquí me preguntan si se le puede entrar a la “abogada” o con su madre ¿? cerca mejor abstenerse.
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Mensaje  Arjonero 28/9/2012, 20:13

Enhorabuena Ducalense. Este relato agranda más este foro si cabe.
Tengo que confesar que hace años que no leo un libro y con este relato
estaba deseando que escribieras otro capítulo para meterme de lleno en ese
mundo imaginario.

Gracias por tu tiempo empleado en deleitarnos y entretenernos con esta historia.
Me uno a los compañeros y ruego una segunda parte, pero si no es así,
de nuevo..... MUCHAS GRACIAS.

Un saludo.
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Mensaje  Paufont 28/9/2012, 21:08

Único compañero, único!!!

He de confesar que yo si leo algunos libros aunque no con exagerada frequencia, me encuentra tocar tematicas que me gusten, por otro lado mi exagerada aficion al motor (quizás realmente demasiada siendo ello negativo Rolling Eyes ) y éste relato hacen a uno volar la imaginacion, crear los lugares, momentos y sensaciones en la mente y disfrutar de una historia que si bien no es real, se ha vivido de muy cerca, bueno... porqué tantos rodeos yo ahora... Que ha gustado y punto oyeeee!!! :bravy:

Estoy con los compañeros pero, tras una historia tan elaborada DEBES continuar con ella o con algo relacionado, al contarlo con tanto detalle, momento a momento, éste final tan rápido e instantaneo han sido una interrupción enmedio del vuelo de la imaginación que no ha sentado bien eeeeeh!!! jejeje Animos con ese talento y a continuar!!! Eso es como al final de un concierto, cuando gusta se pide otra, eh aqui un buen concierto :gn:

Saludosssss :up:

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Mensaje  Tito Pons 28/9/2012, 22:20

Te felicito Ducalense,esperamos una segunda parte,saludos.
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Mensaje  Concept 6/10/2012, 13:07

Hay segunda parte???
Gracias por compartirlo con nosotros, tienen que ser unas cuantas horas...
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Mensaje  Arjonero 19/1/2013, 11:45

Ducalense ¿como llevas los siguientes capítulos?
Dime algo, que me tienes en ascuas.
Saludos.
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Mensaje  Ducalense 19/1/2013, 13:10

Hola de nuevo a todos, amigos del foro. Muchísimas gracias por vuestro interés. Bueno, os cuento.

Ya sé cómo sería la continuación. Constaría de dos grandes bloques. El primero contaría la marcha sobre Madrid. La verdad es que, para conseguir que esa parte sea interesante, tendría que inventar muchas historias que quepan dentro de ese argumento. Hombre, algunas ya tengo pensadas, pero necesitaría bastantes más para conseguir que el nuevo relato vuelva a tener suspense y guste a la gente. De ese bloque no tengo resuelta más allá de una cuarta parte, así que necesito más inspiración para completarlo. A ver si llega...

El segundo bloque sí está bastante perfilado. Como quiero que sea una sorpresa (y que es, por supuesto, una gamberrada total), no voy a avanzar nada al respecto. Cuando consiga la inspiración para el primer bloque y lo escriba, entonces aparecerá el segundo, que sí creo gustará.

En fin, amigos. dadme tiempo, pues lo que no quiero es escribir por escribir y hacer bueno aquello de "segundas partes nunca fueron buenas".

Paciencia...

Un saludo a todos y nuevamente gracias por vuestra simpatía. :gn:
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Mensaje  Arjonero 20/1/2013, 09:25

No hay de qué, Ducalense. Al menos ya sé que continuará.............
Saludos.
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